Aunque en orfebrería se utilizan diversos metales, para la fabricación de joyería solo algunos de ellos tienen la consideración de “preciosos”. En la mayoría de los países, legalmente se consideran metales preciosos solo el oro, la plata y el platino (no así los pertenecientes a este último: iridio, osmio, paladio, rodio y rutenio).
En la antigüedad y la Edad Media la ley del oro se medía en quilates y la de la plata en dineros y granos, y así se mantuvo hasta la modernidad, cambiando con la adopción del sistema métrico decimal.
Ley de pureza
La unidad de medida que define la pureza de los metales preciosos es la “Ley”. Actualmente se expresa en milésimas, es decir, si dividimos en mil partes una aleación, la “Ley” es el número de partes puras. Se representará convencionalmente por un número de tres dígitos. Sin embargo, cualquier metal, por puro que sea, contiene una pequeña cantidad de impurezas debido a las propiedades químicas y físicas de su obtención.
Para que un objeto de plata pueda ser comercializado en mercados internacionales debe alcanzar leyes siguientes: 999, 950, 925, 800.
Plata 925 Camusso. Sterling Silver o Esterlina
La plata en su estado natural es un metal muy maleable o blando y se requiere mezclarlo con otras aleaciones para darle una mayor resistencia. Las piezas de Camusso son 925; una de las más puras que existen.
Su composición es de un 92,5% del metal precioso y un 7,5% de otros metales, que aportan la propiedad de la propia dureza. Si el equilibrio de la composición es modificado, podría tener un impacto inadecuado en la calidad del producto.
Cómo limpiar plata en casa: https://bit.ly/34IVO0d
Firma de pureza
Tratándose de la plata esterlina, lo habitual será encontrar en el producto una inscripción realizada por el maestro orfebre donde se vea el 925, que puede ir acompañado de la letra S, o una doble SS (sterling silver) y darán fe de su grado de pureza. El trayectoria de respetabilidad y credibilidad del orfebre, sin duda también suman al valor agregado.